Bellevue somete a pacientes pobres a cirugías bariátricas apresuradas


El mes pasado, el Hospital Bellevue organizó un desfile de moda en un sótano sin ventanas de una iglesia de Manhattan.

Decenas de pacientes que se sometieron a operaciones de pérdida de peso desfilaron en una alfombra roja, algunas incluso lucieron vestidos de noche. Mientras se proyectaban en una pantalla las imágenes del aspecto que tenían antes de la intervención, un maestro de ceremonias leía testimonios sobre cómo esos procedimientos quirúrgicos cambiaron sus vidas.

Mientras se dirigía a una multitud fervorosa, el director médico de Bellevue presumió de una cifra notable. El saturado hospital público, que suele atender pacientes con heridas de bala y de arma blanca, estaba camino a lograr la cifra récord de 3000 operaciones de adelgazamiento este año.

“Tenemos mucho de lo que estar orgullosos”, declaró Nathan Link, el directivo del hospital.

La cirugía bariátrica es una operación importante que, en los pacientes adecuados, puede prevenir cardiopatías, diabetes y accidentes cerebrovasculares. Bellevue, que atiende a una población que de manera desproporcionada sufre problemas de obesidad y pobreza, afirma que las operaciones han salvado muchas vidas.

Pero una investigación de The New York Times descubrió que el programa bariátrico, dirigido por cirujanos con incentivos económicos para realizar más operaciones, se ha convertido en una cadena de montaje de alta velocidad que puso en peligro a algunos pacientes y en otros casos comprometió la atención de emergencia. Y como la mayoría de los pacientes del hospital son beneficiarios de Medicaid o no tienen seguro, los contribuyentes pagan esos gastos con sus impuestos.

La operación reduce el estómago de los pacientes y les obliga a cambiar radicalmente cómo y qué comen. Incluso algunas intervenciones exitosas pueden ocasionar toda una vida de calambres estomacales y episodios debilitantes de reflujo ácido.

Por ese motivo, los hospitales suelen exigirles a los pacientes que traten de perder peso por su cuenta y que se sometan a meses de pruebas y preparativos para la operación y sus secuelas.

Sin embargo, Bellevue suele tomar atajos y apresurar a los pacientes durante el proceso, según la investigación del Times, que se basa en entrevistas con 70 empleados de Bellevue, pacientes y ejecutivos de los sistemas hospitalario y penitenciario de Nueva York, así como en documentos internos del hospital, expedientes judiciales e historiales médicos.

Los posibles pacientes suelen recibir fechas provisionales de operación luego de asistir a una única sesión informativa, rellenar una hoja de trabajo y hablar brevemente con un médico. A veces, las reuniones para evaluar la salud mental de las personas solo duran 10 minutos. Muchos pacientes declararon en entrevistas que habían accedido al procedimiento sin ser plenamente conscientes de los riesgos.

Ocho médicos y enfermeras que han participado en las operaciones dijeron que, en su afán por aumentar la cantidad de procedimientos, el hospital ha operado a personas cuyos índices de masa corporal eran demasiado bajos como para poder ser intervenidas quirúrgicamente según las directrices médicas estándar. También han reclutado a pacientes del complejo penitenciario de Rikers Island, en Nueva York, personas que prácticamente no tienen ninguna posibilidad de cumplir con las dietas requeridas después de la operación. Dos presos declararon al Times que se habían desnutrido y se arrepentían de haberse sometido a la intervención.

A menudo, dos de las cirujanas bariátricas que trabajan en Bellevue compiten entre sí para ver cuántas operaciones pueden realizar en un día, a veces incluso recurriendo a técnicos sin licencia para que las ayuden, según descubrió el Times. En ocasiones, los anestesistas reducen las dosis de analgésicos para que los pacientes se despierten antes y así los quirófanos puedan desalojarse más rápidamente. Este año, con el aumento del volumen de intervenciones, los médicos operaron accidentalmente a una mujer embarazada porque el personal médico no comprobó los resultados de sus análisis.

El departamento de cirugía bariátrica tiene un incentivo para actuar con rapidez. El hospital recibe al menos 11.000 dólares, y a veces mucho más, por la mayoría de las operaciones de pérdida de peso. Y, a diferencia de muchos médicos de Bellevue que cobran sueldos fijos, los cirujanos bariátricos ganan más dinero cuando realizan más intervenciones.

“Todo gira en torno a los números”, afirmó Carmen Kloer, doctora que trabajó en el departamento de cirugía bariátrica del Bellevue como médico residente antes de renunciar en octubre. “No hacen más que procesar rápidamente los casos”.

Desde 2008, Bellevue ha realizado más de 17.000 intervenciones de adelgazamiento. En el primer año de la pandemia, casi 1200 pacientes se sometieron a cirugía bariátrica, casi tantos como los aproximadamente 1400 que fueron hospitalizados por la covid, a pesar de que el hospital detuvo las operaciones electivas durante tres meses. Ahora las operaciones de pérdida de peso representan una de cada cinco intervenciones que se realizan en Bellevue.

Algunos pacientes bariátricos han contraído infecciones potencialmente mortales. Una persona pasó un mes en coma luego de que su cirujano le cortó el bazo de manera accidental. Otra murió.

En sus reportes públicos, Bellevue informa que las tasas de complicaciones de la cirugía bariátrica están al mismo nivel que la media nacional. Pero esas cifras solo reflejan algunos problemas graves en el mes posterior a la intervención. No incluyen problemas a largo plazo como úlceras, hernias y aumento de peso.

Los datos de Bellevue sobre las complicaciones tampoco cubren las intervenciones de este año, cuando los volúmenes se dispararon hasta alcanzar niveles que algunos médicos y miembros del personal de salud consideran que son peligrosamente altos.

El auge de las intervenciones bariátricas también ha afectado otros servicios y, en repetidas ocasiones, el hospital ha retrasado operaciones urgentes de pacientes con heridas de arma blanca y huesos rotos, según descubrió el Times.

Christopher Miller, portavoz de Bellevue, dijo que el programa bariátrico era un servicio muy necesario para los pacientes que a menudo tienen dificultades para recibir atención médica.

“Hay una necesidad y una demanda increíble por esta operación”, afirmó. Mencionó un informe de este año del Colegio Estadounidense de Cirujanos que elogiaba a Bellevue por dirigir “un programa de gran volumen sin sacrificar la calidad”. El documento, basado en gran medida en datos facilitados por Bellevue, formaba parte de un proceso rutinario de acreditación.

Miller negó que Bellevue operara a pacientes no aptos o que se apresurara a examinarlos y aprobarlos. Dijo que el hospital se enorgullecía de haber logrado que sus procedimientos quirúrgicos fuesen más organizados y eficientes.

Miller acusó al Times de seleccionar ejemplos negativos y de presentar una imagen inexacta de un exitoso programa de salud pública. “Estamos salvando muchas vidas” y mejorando la calidad de vida de los pacientes, afirmó. “Presentar esto de otra manera es erróneo y es un flaco favor para nuestros pacientes, nuestros empleados y los neoyorquinos”.

En 2007, Bellevue contrató a un joven cirujano llamado Manish Parikh para que ayudara a abrir un nuevo departamento en el hospital.

Hasta entonces, los médicos de Bellevue habían derivado a los posibles pacientes de cirugía bariátrica a los hospitales privados de la ciudad. Pero los ejecutivos querían que Bellevue atendiera a esos pacientes. Debido a las elevadas cantidades que Medicaid paga por las operaciones bariátricas, el programa incluso podría reportarle beneficios al hospital, cuyos problemas de financiamiento son crónicos.

Para iniciar el programa, Bellevue contrató a Parikh, quien acababa de terminar su residencia médica en la Universidad de Nueva York, una institución que ya tenía un dinámico programa de operaciones de adelgazamiento.

En 2008, cuando empezaron las operaciones, Bellevue acordó pagarle a Parikh, en parte, en función del volumen.

Aaron Cohen, director financiero del hospital de 1995 a 2015, recuerda que le impresionaba que Parikh fijara y luego cumpliera continuamente objetivos más altos en cuanto al número de cirugías que podía realizar.

“Si se comprometía a realizar 100 casos, lograba los 100 casos”, dijo Cohen. “Durante todo el tiempo que estuve allí, nunca dejó de cumplir un objetivo”.

En 2020, el equipo hizo 1192 intervenciones. Al año siguiente fueron 2071. Este año, Bellevue está en camino de lograr 3000 operaciones.

Parikh no respondió a las solicitudes de comentarios. Miller dijo que pagarles a los médicos en función del volumen era “extremadamente común”, y que Bellevue solo operaba a pacientes que cumplían con los lineamientos médicos.

La cirugía bariátrica ha ido ganando popularidad en todo el país, aumentando en un 66 por ciento de 2011 a 2021, según la Sociedad Estadounidense de Cirugía Metabólica y Bariátrica, aunque no alcanza el ritmo de Bellevue.

John Morton, médico que dirige el programa de cirugía bariátrica en Yale y es expresidente de la sociedad, dijo que el volumen de Bellevue era “excepcional”. No conocía ningún otro hospital que practicara tantas operaciones de pérdida de peso.

Bellevue no revela públicamente cuánto dinero ingresa por las operaciones bariátricas. Basándose en las tasas de rembolso de Medicaid, el Times estimó de forma conservadora que Bellevue ganará al menos 34 millones de dólares este 2023.

Este año, para la celebración de su programa bariátrico, Bellevue montó un escenario de gala para que los pacientes que adelgazaron recientemente se tomaran fotos que luego aparecerían en las redes sociales del hospital. Algunas personas llevaron carteles con frases como “I Feel Bari Good Today”, un juego de palabras con la palabra para bariátrico.

Alvaro Macias-Rodriguez se paseó por la pasarela con unos pantalones negros ajustados y una gran sonrisa. Dijo que antes de la operación, el año pasado, pesaba 149 kilos, lo que lo ponía en mayor riesgo de sufrir cáncer de hígado. Desde la intervención, comentó, ha perdido casi 45 kilos.

“No sé dónde estaría sin ella”, dijo Macias-Rodriguez, mientras sonaba la música pop del desfile.

Elogió el proceso de aprobación de tres meses de Bellevue, que calificó de ágil al decir que era mucho más rápido que la espera de un año que le habían dado en otro hospital de Manhattan.

La cirugía bariátrica es un procedimiento serio. Los pacientes deben restringir de manera severa su dieta por el resto de sus vidas.

Antes de la operación, muchos hospitales exigen que los pacientes pasen meses tratando de perder peso con ejercicios y dieta. La teoría es que si una persona no puede adoptar un estilo de vida saludable antes de la operación, sus probabilidades de hacerlo después son bajas. Los pacientes deben pasar por un largo proceso de aprobación, que incluye asesoramiento y visitas con nutricionistas.

En Bellevue, el proceso suele abreviarse. Más de una decena de pacientes afirmaron que tardaron unos tres meses desde su primera cita hasta la operación. Esta rapidez ha hecho que algunos médicos teman que el hospital no esté haciendo lo necesario para preparar a los pacientes.

“Algunas personas se benefician de la operación, pero la cantidad de personas que no saben en lo que se están metiendo es enorme”, afirmó Kloer, la excirujana de Bellevue.

Las directrices médicas publicadas el año pasado por la sociedad profesional de cirujanos bariátricos solo recomiendan la operación para pacientes con obesidad severa. Deben tener un índice de masa corporal, que se basa en una combinación de peso y altura, de al menos 35 o, si los pacientes padecen otras afecciones médicas, de al menos 30.

Sin embargo, ocho médicos y personal de enfermería declararon haber participado en intervenciones quirúrgicas de pacientes cuyos historiales médicos mostraban que su índice de masa corporal era inferior a 30.

Y 15 empleados y extrabajadores de Bellevue cuestionaron que se informara de manera adecuada a los pacientes sobre los riesgos de la cirugía bariátrica. Algunos pacientes dijeron que ni siquiera estaban seguros de cuál era el tipo de operación a la que se habían sometido.

Melody Vargas dijo que no recordaba que le hubieran informado de ningún riesgo antes de su operación de 2016. Tenía 28 años y pesaba más de 181 kilos cuando su madre la animó a interesarse en la operación. Describió el proceso de preparación como “abarrotado y apresurado”, desde la primera vez que habló con un médico en una atestada sesión informativa en la que estaban al menos 60 personas.

“Era como si estuvieras en un McDonald’s y tuvieras que elegir qué comida quieres”, dijo Vargas. “Hacen que parezca que la operación no es nada grave”.

Dijo que, días después de su operación, estaba en la unidad de cuidados intensivos con una infección potencialmente mortal que requirió una operación de emergencia. Durante seis meses tuvo que alimentarse por sonda.

Miller contó que los pacientes firmaron formularios en los que reconocen los riesgos de la cirugía bariátrica. Además dijo que “la información se discute en varios puntos”, durante un proceso de selección que suele durar de tres a seis meses. Además afirmó que ese plazo coincidía con el de otros hospitales y que todos los pacientes cumplen las directrices de elegibilidad establecidas por la Sociedad Estadounidense de Cirugía Metabólica y Bariátrica.

Sin embargo, a veces los empleados ignoran las señales que indican que es posible que un paciente no esté listo para la intervención. Cuando Bernadette llegó para operarse en 2020, le preguntaron si había seguido las órdenes de los médicos de cumplir una dieta líquida de dos semanas. Recuerda que respondió que no. De hecho, había consumido comida china la noche anterior.

Sin embargo, la operación se realizó, dijo Bernadette, que pidió que no se revelara su apellido por razones de privacidad. Miller dijo que no podía hacer comentarios sobre pacientes en particular.

El principio rector del departamento de cirugía bariátrica, según más de dos decenas de empleados de Bellevue, es operar al mayor número de pacientes de la manera más rápida que se pueda.

“Dos cirujanas bariátricas involucran a sus residentes en una ‘carrera’ diaria que es muy conocida”, escribió un gerente a la dirección de Bellevue exponiendo una serie de preocupaciones sobre los quirófanos del hospital en 2021. Otros seis empleados dijeron que estaban al tanto de la carrera.

Miller dijo que las operaciones bariátricas de Bellevue solo eran ligeramente más rápidas —por unos 10 minutos en un procedimiento de aproximadamente una hora de duración— que la media nacional.

Médicos, enfermeros y otros miembros del personal del hospital describieron un proceso apresurado para llevar a los pacientes al quirófano y luego liberar habitaciones. Esto permite que los cirujanos puedan atender hasta seis o siete pacientes en un solo día.

Dos médicos del Bellevue afirmaron que, en ocasiones en que no han contado con suficiente personal, los cirujanos bariátricos les han pedido a técnicos de equipo que no son empleados del hospital, ni tienen licencia para tratar a pacientes, que se laven y participen en las operaciones.

Miller no refutó las declaraciones de los médicos.

Este año, el personal de Bellevue se olvidó de comprobar la prueba de embarazo de una paciente antes de la cirugía, según dijeron cuatro empleados. La mujer dio positivo. Después de la intervención, los médicos le aconsejaron sobre la posibilidad de interrumpir el embarazo porque existía la posibilidad de que su cuerpo no fuera capaz de absorber los nutrientes necesarios para mantener al feto en crecimiento.

Anthony Petrick, el médico que dirige un comité que acredita el programa bariátrico de Bellevue, dijo que operar a una paciente embarazada era un error atroz. “Esto nunca debería ocurrir”, dijo.

Miller no quiso hacer comentarios sobre el caso de la paciente.

En otro caso ocurrido este otoño, los cirujanos bariátricos se dieron cuenta antes de la operación de que tenían al paciente equivocado en el quirófano, según cuatro empleados de Bellevue.

Tres anestesistas dijeron que los cirujanos los reprendían cuando los pacientes tardaban demasiado en despertarse. Así que redujeron las dosis de analgésicos, administrando solo lo suficiente para que los pacientes superaran la operación. Algunas personas se despertaron con dolores intensos.

Miller negó que los cirujanos presionaran a los anestesistas.

Cinco médicos dijeron que, en otras ocasiones, vieron a Julia Park, cirujana especializada en pérdida de peso, pellizcando y dándole palmadas en el vientre a los pacientes para despertarlos de la anestesia.

“No tenemos conocimiento de eso”, dijo Miller. Park no respondió a las solicitudes de comentarios.

En 2015, Bellevue ascendió a Parikh, dándole el control de todos los quirófanos del hospital. Si bien las emergencias potencialmente mortales siempre tenían prioridad, los pacientes con heridas menores de arma blanca, huesos rotos y dedos desprendidos regularmente esperaban horas para ser operados porque los cirujanos bariátricos estaban ocupando muchas salas de operaciones, según más de una decena de médicos y otros empleados.

Un día de octubre, por ejemplo, un paciente llegó a Bellevue con las costillas destrozadas, pero no pudo ser operado porque los cirujanos bariátricos ocupaban varias salas, según un empleado que estuvo allí. (Ese día, los cirujanos bariátricos realizaron 16 operaciones de pérdida de peso, según los calendarios quirúrgicos revisados por el Times). La operación de costillas se aplazó para el día siguiente, según el empleado.

Miller dijo que el hospital disponía de quirófanos especiales para emergencias. “El programa de cirugía bariátrica nunca impide que se realice una operación de urgencia”, afirmó.

Una mañana de febrero, a primera hora, un guardia tocó la puerta de la celda de David Mustiga en Rikers Island. Poco después, el hombre de 43 años fue encadenado y trasladado en autobús a Bellevue.

A menudo, los presos de Rikers tienen dificultades para recibir incluso la atención médica más básica. Sin embargo, Mustiga y otros 10 detenidos se han sometido a operaciones bariátricas electivas en Bellevue, a menudo con estancias hospitalarias de semanas de duración.

Incluso en las mejores condiciones, la recuperación de una operación bariátrica es un proceso duro. Tratar de recuperarse en la cárcel, donde los detenidos tienen poco control sobre lo que ingieren o lo rápido que lo comen, es especialmente difícil.

Miller dijo que los pacientes de Rikers fueron “examinados y evaluados como todos los demás” y permanecieron en Bellevue hasta que estuvieron listos para comer los tipos de alimentos que estaban disponibles en la cárcel.

Mustiga, que posteriormente fue condenado por tráfico de drogas, pesaba más de 150 kilos y tenía hipertensión. Se había entusiasmado meses antes cuando un empleado de la clínica médica de Rikers le habló por primera vez de las ventajas de la operación bariátrica. Dice que nadie le advirtió sobre las dificultades de recuperarse estando encarcelado.

Cuando Mustiga subió al autobús con destino a Bellevue, pensó que se trataba de una breve visita para hacerse análisis de sangre y prepararse para la operación. En vez de eso, fue ingresado en la sala de reclusos del hospital y sometido a una dieta líquida.

Allí conoció a Luis Perez, otro paciente que también se iba a someter a una operación bariátrica. Los dos hombres forjaron una relación amistosa por el calvario de sus dietas y se unieron para robar las sobras de la comida que dejaban sus vecinos en las bandejas del hospital.

Perez, que esperaba sentencia por posesión de drogas, fue operado primero. Después, le dijo a Mustiga que el dolor era peor que cuando lo atropelló un coche y perdió el brazo por encima del codo.

Mustiga se asustó. Contó que intentó no operarse, pero un médico le dijo que era su única oportunidad de someterse a la intervención y que, si no lo hacía, lo regresarían a la cárcel de inmediato.

Mustiga dijo que a menudo utilizaba esas mismas tácticas para presionar a sus clientes en el negocio de las drogas. “Dile a alguien que es su última oportunidad y va a encontrar su billetera con bastante rapidez”, dijo Mustiga.

Decidió someterse a la operación.

Después de la intervención, se supone que los pacientes deben consumir comidas pequeñas y ricas en proteínas.

Luis Perez dijo que sufrió complicaciones después de la operación.Credit…vía Annette Martínez

Cuando regresó a Rikers, Mustiga intercambió cigarrillos por proteínas en polvo. Revisó un folleto de Bellevue en el que se explicaba qué podía hacer y qué es lo que no podía hacer después de la operación. Sugería que comiera yogur griego descremado o bebiera ocho tazas de Crystal Light, una bebida sin azúcar. Las recomendaciones de ejercicio incluían probar una clase de baile de zumba.

Según sus registros médicos, Mustiga no estaba recibiendo una nutrición adecuada. Dijo que perdió más de 45 kilos en menos de seis meses, un ritmo de pérdida de peso que puede ser peligroso. Se le caía el pelo a mechones y, según su historial médico, recibía suplementos de hierro para la anemia.

Este verano, Perez fue trasladado a Franklin Correctional, una prisión ubicada cerca de la frontera canadiense, para cumplir una condena de cuatro años.

En agosto, durante una visita con dos periodistas del Times, Perez tenía la piel cetrina. Dijo que no ingería suficientes proteínas y que no podía comer sin vomitar. Le preocupaba que la operación lo hubiera convertido en un objetivo en la cárcel, donde el tamaño es importante para protegerse.

Dos meses después, Perez recibió una paliza. Dice que sus agresores le robaron las proteínas en polvo que había estado guardando.

En 2022, Bellevue informó que el 3 por ciento de los pacientes bariátricos volvían a ser ingresados en el mes posterior a su operación. Los expertos dijeron que esa tasa parecía ser consistente con la de otros programas de alta calidad, aunque no tomaba en cuenta los problemas a largo plazo asociados con la intervención.

Después de su operación en 2015, Jasmine Nieves sufrió grandes molestias. La mujer de 30 años llamó en repetidas oportunidades a la clínica bariátrica de Bellevue para reportar sus dolores, pero dijo que nadie respondió.

Unos meses más tarde, su hermana la encontró desmayada en un sofá. En un hospital de Brooklyn, una tomografía computarizada reveló que la operación le había provocado una acumulación de líquido en el abdomen, por lo que tuvo que ser operada de urgencia, según su historial médico.

Pasó el año siguiente entrando y saliendo de hospitales, y en un momento llegó a necesitar una sonda de alimentación porque ya no podía comer alimentos sólidos.

Nieves presentó una demanda por negligencia contra Bellevue, que fue desestimada luego de que faltó a varias citas del tribunal. Sus reclamos nunca se resolvieron.

Miller se negó a hacer comentarios, alegando restricciones de privacidad.

En 2021, Magaly Rojas, que en ese entonces tenía 43 años, terminó en un coma inducido durante un mes después de que Julia Park, su cirujana bariátrica, le perforara el bazo, según una demanda por negligencia que interpuso posteriormente.

Estuvo 75 días en el hospital. Cuando regresó a su casa, su hija de un año no la reconocía. Según su hermano, pasó de 107 a 49 kilos.

Rojas no pudo volver a trabajar porque no podía controlar sus intestinos. Ella y sus tres hijos pequeños corren el riesgo de perder su apartamento.

La demanda de Rojas sigue en curso. Bellevue rechaza sus alegaciones.

Soraya de Oliveira, de 53 años, se sometió a una operación bariátrica en 2018. Poco después, el personal de salud descubrió que su estómago se estaba llenando de sangre.

Los médicos realizaron dos cirugías de emergencia, pero ella murió días después. Su familia presentó una demanda por homicidio culposo. Bellevue llegó a un acuerdo.

Miller dijo que el número de muertes asociadas a las operaciones bariátricas en el hospital era inferior a la media nacional. Solo habían muerto dos pacientes, afirmó.

Susan Beachy colaboró en la investigación y Robert Gebeloff colaboró en el reporteo.

Jessica Silver-Greenberg es una periodista de investigación que escribe sobre las grandes empresas y se centra en la sanidad. Es periodista desde hace más de una década. Más de Jessica Silver-Greenberg

Sarah Kliff es reportera de investigación de The New York Times y se especializa en la atención de salud. Más de Sarah Kliff

Aimee Ortiz es reportera de la sección de Investigación. Antes fue reportera de información general en la sección Express. Más de Aimee Ortiz



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