La COVID-19 resurgió, pero los expertos consideran que la amenaza es menor


Las festividades vienen y van y, de nuevo, los estadounidenses viven una avalancha de padecimientos respiratorios, entre los que está la COVID-19. No obstante, hasta ahora, el repunte invernal de esta enfermedad parece ser menos mortal que el año pasado y mucho menos aún que el 2022, cuando la variante ómicron paralizó al país.

“No hay indicios que me hagan pensar que nos dirigimos hacia una nueva ola grave”, afirmó Caitlin Rivers, epidemióloga del Centro Johns Hopkins para la Seguridad de la Salud. “Hasta el momento, estamos bien”.

Aun así, señaló Rivers, hay pocas mascarillas a la vista y apenas una fracción de las personas más vulnerables ha recibido la vacuna más reciente contra la COVID-19.

“No es demasiado tarde”, añadió Rivers. “Todavía no alcanzamos el pico de la COVID-19 y, una vez que lo hagamos, nos quedará atravesar el descenso”. Eso nos da tiempo suficiente para que la vacuna proporcione un poco de protección.

Los funcionarios federales confían en los datos limitados para medir la propagación de este año. Tras el final de la emergencia de salud pública en mayo, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por su sigla en inglés) dejaron de registrar el número de contagios de covid. Ahora, la agencia solo tiene acceso parcial a la información de los estados respecto a los índices de vacunación.

No obstante, las tendencias en información de aguas residuales, las pruebas que han dado positivo, las visitas a las salas de urgencias, los índices de hospitalizaciones y los fallecimientos apuntan hacia un aumento de los contagios en todas las regiones de Estados Unidos, según los CDC. Estos patrones han provocado que muchos hospitales restablezcan los protocolos sobre el uso obligatorio de mascarillas, después de haberse negado en un inicio este otoño.

Como en años anteriores, las cifras no han dejado de aumentar durante todo el invierno y se espera que aumenten aún más tras los viajes y las reuniones navideñas.

Muchos de los contagios están causados por una variante nueva, la JN.1, que se ha extendido con rapidez por todo el mundo en las últimas semanas. “Creo que no hay duda de que está ayudando a impulsar, de manera bastante sustancial, esta ola invernal”, comentó Katelyn Jetelina, experta en salud pública y autora de un boletín muy leído, Your Local Epidemiologist.

“Por desgracia, está llegando al mismo tiempo en que ampliamos nuestras interacciones sociales debido a las festividades”, dijo Jetelina, “así que en este momento hay una especie de tormenta perfecta en marcha”.

Algunos científicos han señalado el aumento de los niveles del virus en las muestras de aguas residuales como un indicador de que los contagios son tantos este año como lo fueron en esta época el año pasado. Pero Rivers pidió cautela a la hora de interpretar los datos de las aguas residuales como un indicador de las infecciones y dijo que las hospitalizaciones eran una métrica más fiable.

En la semana que terminó el 23 de diciembre, las hospitalizaciones aumentaron casi un 17 por ciento respecto a la semana anterior. Hubo unos 29.000 nuevos ingresos hospitalarios, frente a los 39.000 de la misma semana del año pasado y los 61.000 de 2021.

Por su parte, las hospitalizaciones semanales están aumentando con más lentitud que en años anteriores, dijo Rivers.

La COVID-19 sigue cobrando al menos 1200 vidas por semana, pero esa cifra es aproximadamente una tercera parte de la del año pasado por estas fechas y una octava parte de la de 2021.

“Nos encontramos en un momento de gran aumento de las infecciones, pero lo verdaderamente interesante es que las hospitalizaciones se han desvinculado y siguen desvinculándose bastante de las infecciones”, señaló Jetelina.

Agregó que lo que más le preocupaba era que los hospitales sucumbieran ante el peso de varias epidemias a la vez. Incluso en los años anteriores a la pandemia, los brotes de gripe y de virus respiratorio sincitial (VRS) sobrecargaban los hospitales; ahora, el aumento de los índices de COVID-19 se superpone a ambas enfermedades, lo que aumenta la carga.

Los CDC calcula que en lo que va de temporada se han producido al menos 7,1 millones de enfermedades, 73.000 hospitalizaciones y 4500 muertes por gripe.

Mientras que la covid tiende a ser leve en niños y adultos jóvenes, la influenza y el VRS son más riesgosas para niños pequeños y adultos mayores. Las tres enfermedades son especialmente peligrosas para los lactantes.

Las visitas a los servicios de urgencias por covid son más comunes entre los lactantes y los adultos mayores. Aunque el VRS se ha estabilizado en algunas partes del país, las tasas de hospitalización siguen siendo altas entre los niños pequeños y los adultos mayores.

La variante JN.1 representa casi la mitad de todos los casos de COVID-19 en Estados Unidos, casi seis veces la prevalencia de hace solo un mes. La variante tiene una mutación que le confiere una mayor capacidad para eludir la inmunidad que su antecesora, la BA.2.86, cuya propagación era limitada.

De hecho, la JN.1 puede ser menos contagiosa que las variantes anteriores, pero su capacidad de evasión inmunitaria, junto con la desaparición de medidas preventivas como el uso de mascarillas, explica su crecimiento exponencial en todo el mundo, según Abraar Karan, médico especialista en enfermedades infecciosas e investigador posdoctoral de la Universidad de Stanford.

Aun así, al parecer, la variante JN.1 no causa una enfermedad más grave que las variantes anteriores y las vacunas, pruebas y tratamientos actuales funcionan bien contra todas las variantes en circulación.

Los expertos instaron a todos los estadounidenses (incluidos quienes no corren un riesgo elevado de enfermar gravemente) a aplicarse las vacunas contra la COVID-19 y la influenza, usar mascarillas y purificadores de aire para prevenir infecciones, someterse a pruebas y recibir tratamiento y quedarse en casa si se enferman.

Incluso, quienes no enferman gravemente corren el riesgo de sufrir complicaciones a largo plazo con cada infección vírica nueva, señalaron los investigadores.

“A decir verdad, yo no corro un riesgo elevado: soy joven y estoy vacunada”, afirmó Rivers. “Pero sigo tomando precauciones personales porque no quiero lidiar con ese trastorno ni con el riesgo de que pueda desarrollar una enfermedad a largo plazo”.

Pero pocos estadounidenses siguen ese consejo. A 23 de diciembre, solo el 19 por ciento de los adultos había recibido la última vacuna contra la covid, y alrededor del 44 por ciento había optado por la vacuna anual contra la gripe. Apenas el 17 por ciento de los adultos mayores de 60 años había recibido la vacuna contra el VRS.

Incluso entre las personas de 75 años o más, que son las que corren un mayor riesgo de contraer covid, solo una de cada tres ha recibido la última vacuna, según los CDC.

Muchas personas no saben que existen vacunas que protegen contra las variantes más recientes, o que deberían vacunarse aunque no corran un riesgo elevado, señaló Gigi Gronvall, experta en bioseguridad del Centro Johns Hopkins para la Seguridad de la Salud.

Aunque la vacuna contra la covid no prevenga la infección, puede acortar la duración y la gravedad de la enfermedad, y minimizar el riesgo de síntomas a largo plazo, como niebla cerebral, fatiga, problemas de movimiento y mareos, lo que en conjunto se conoce como covid persistente.

“Estoy segura de que también hay mucha gente activamente hostil a la idea, pero la mayoría de las personas con las que me encuentro apenas saben algo al respecto”, afirma Gronvall.

La escasa disponibilidad de las vacunas, sobre todo para los niños y los adultos mayores, también ha limitado las tasas de vacunación.

A Gronvall le fue difícil encontrar una vacuna covid para su hijo adolescente. Jetelina aún no ha encontrado ninguna para sus hijos pequeños. Dijo que sus abuelos, ambos de unos 90 años, también tuvieron “una época increíblemente difícil”.

Una de ellos está en una residencia de ancianos y aún no ha sido vacunada porque casualmente estaba enferma el único día en que se ofrecieron las vacunas.

Muchos residentes de residencias de ancianos y miembros del personal siguen sin vacunarse, porque el personal no entiende los beneficios, dijo Karan, que trabajó con centros de cuidados en el condado de Los Ángeles.

Los incentivos económicos pueden mejorar la cobertura de vacunas, pero la falta de conciencia sobre sus beneficios “es un problema importante”, afirmó.

Los expertos también exhortaron a las personas que presenten síntomas a que se hagan una prueba y soliciten medicamentos antivirales —Tamiflu en el caso de la influenza y Paxlovid para la COVID-19—, sobre todo si tienen un alto riesgo de presentar complicaciones.

El Paxlovid sigue disponible de manera gratuita para la mayoría de las personas, pero muchos pacientes e incluso médicos lo evitan por la creencia errónea de que provoca la reaparición de los síntomas de COVID-19, según los expertos. Estudios recientes no encontraron una relación entre los fármacos antivirales y la reaparición de los síntomas.

“Para muchos virus, incluida la gripe, sabemos que el uso temprano de antivirales va a ser beneficioso”, dijo Karan. “Si detienes rápidamente la replicación del virus, tienes menos desregulación inmunitaria a partir de entonces”.


Apoorva Mandavilli es una periodista enfocada en ciencia y salud global. Formó parte del equipo que ganó el Premio Pulitzer 2021 en la categoría de Servicio Público por la cobertura de la pandemia. Más de Apoorva Mandavilli



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